Estos últimos días de clase hemos estado casi todos de excursión. Cuanto mayor me hago, más odio las canciones de autobús. Con lo a gusto que las cantaba yo cuando era pequeña...Pero me llama cada vez más la atención la obsesión que van teniendo los niños por el "luego". No importa lo bien que se lo estén pasando, ellos preguntan continuamente "luego, ¿qué vamos a hacer?" o también "¿cuánto rato vamos a estar aquí? ¿dónde vamos después? ¿qué vamos a hacer? ¿y después?" Es natural la impaciencia infantil pero en no pocos casos raya en la obsesión por el después, en el desasosiego más estresante.
Pero pensemos en nuestro día a día con los niños. En la escuela, el horario es el que es, el calendario es el que es, las actividades tienen tiempos acotados, todo tiene que estar acabado en un plazo determinado. Las jornadas especiales van marcadísimas y los preparativos han de estar a tiempo. En la familia, es un continuo correr de casa al colegio, del colegio a casa, de casa al colegio, del colegio a la extraescolar de inglés, de música, al entrenamiento de fútbol, de baloncesto; corre que tengo el coche mal aparcado, en zona de pago; corre que tengo que comprar no sé qué para la cena, para mañana, que me cierran la tienda; corre que luego tenemos que ir....
¡Si somos nosotros los que hemos enseñado a nuestros hijos a correr para tener sed! No nos extrañe que vivan prisioneros de ese luego que cuando llega es solo la puerta a otro luego posterior.
Disfrutemos o suframos el momento, según lo que toque, pero VIVAMOS el momento. Enseñemos a nuestros hijos, alumnos, a vivir cada momento. Paremos un poco. Reduzcamos la velocidad de nuestras vidas.
Aprovechemos el verano para dejar el reloj en casa, quitemos los datos del móvil para no estar pendientes de todo y de nada a la vez, vamos a fijarnos en ese pájaro que no habíamos visto nunca porque no nos solemos fijar, dejemos de correr algún día por lo menos.
Lo podemos llamar zen, carpe diem o mindfulness. Es todo lo mismo y responde a la necesidad natural que tenemos de tomarnos la vida con más calma. Y si nos tenemos que aburrir, nos aburrimos tranquilamente, que no es obligatorio estar todo el tiempo entretenidos. El aburrimiento es lo que hace que seamos creativos precisamente porque no queremos aburrirnos, pero si llenamos nuestro tiempo de todo y de nada, tampoco nos entretenemos ni disfrutamos, solo nos movemos deprisa y sin rumbo. Al final del día estamos agotados y pensamos "pero si no he hecho nada de lo que quería hacer y no he parado" y así se pasan los días.
De todo esto se empapan nuestros niños y luego nos quejamos de que están estresados...
La tiranía del luego o la paz de cada momento con su tiempo. Elijamos.